jueves, 13 de enero de 2011

Una de las mejores covers que he escuchado nunca, espero que os guste tanto como a mi.
Un saludo.
(Esta entrada está dedicada a una de las personas mas especiales de mi vida: Feral)
If I stay right here and forever with you...

sábado, 8 de enero de 2011

Harry Potter and the half-blood prince


Sin duda, una de las mejores bandas sonoras de Nicolas Hooper.

Basilisco

Basilisco.
Rey de las Serpientes.

Basilisco significa "pequeño rey", y así era conocido por los griegos.

El Basilisco casi siempre es descrito como una serpiente con cresta, y en ocasiones como gallo con cola de serpiente. Su voz, olor y mirada son mortales.

En Roma era conocido como rey (regulus) de las serpientes, ya que se pensaba que su espantoso aroma subyugaba a todos los ofidios.

El fuego que proviene de la boca del Basilisco fulmina a las aves, y su mirada puede matar al hombre; también puede matar por medio de su poderoso silbido, y por ello, es llamado en ocasiones "sibilus". Dado que el hábitat del Basilisco son los lugares secos, se pensaba que su mordedura provocaba hidrofobia en la víctima. Algunos entusiastas sostienen que el Basilisco es empollado por un gallo, de allí sale otro de sus nombres: Basilicock, pero esta tradición es rara, y sólo la utiliza Chaucer en alguno de sus relatos.

En cuanto a su gusto por los lugares secos, podría decirse que es más una consecuencia de sus habilidades que una tendencia natural, ya que el Basilisco arrasa los lugares por los que pasa, la tierra bajo sus pies queda seca y árida, los frutos y árboles caen fulminados ante su mirada, los ríos donde bebe quedan envenenados durante siglos. Es natural que le gusten los lugares áridos, ya que para él, todos los lugares que visita son áridos

Su enemigo natural es la comadreja, cuyo olor es fatal para él, al igual que el suyo lo es para la comadreja. Es decir, entre éstos dos antagonistas siempre se produce un empate.

La creencia en el Basilisco se trasladó al cristianismo, ya que en la Vulgata se traduce por bacilisci a la voz hebrea Tsepha, nombre de cierto reptil venenoso. Razón por la cuál, los estudiosos se vieron en la obligación de creer en él.

De todas las rarezas de la edad media, el Basilisco es posiblemente su exponente máximo. Nos explicamos: ¿cómo un animal que mata con la mirada puede engendrar una leyenda? Es decir, si todos los que lo vieron fueron muertos, ¿cómo pudo iniciarse la tradición? Ese genio que fue Quevedo, arremete así contra la paradoja del Basilisco:

Si está vivo quien te vio,
toda tu historia es mentira,
pues si no murió, te ignora,
y si murió, no lo afirma.


Hasta aquí sólo hemos dado un perfil general, ahora veamos qué pueden decirnos los clásicos. Comenzaremos con Plinio el Viejo (Historia Natural, 8,33)

Aquel que mirase a los ojos de la serpiente Basilisco (basilisci serpentis) morirá inmediatamente. La bestia no mide más de doce pulgadas (30 cm), y luce unas manchas blancas en su cabeza que lucen como diademas. A diferencia de otras serpientes, se mueve hacia adelante con la cabeza erguida. Su aliento es igual que sus garras, queman el pasto, los arbustos, y aun las rocas. Su veneno es tan mortal que si un hombre montado en su caballo es alcanzado por su fatal picadura, muere inmediatamente junto al caballo. La comadreja es la única criatura que puede darle muerte, para ello, la temible serpiente es arrojada al agujero donde habita la comadreja, y el hedor de esta mata al Basilisco al mismo tiempo que el Basilisco le da muerte a la comadreja.

Seguimos con Isidoro de Sevilla (Etymologies, 12, 4:6-9)

El Basilisco posee seis pulgadas de largo, y su cuerpo está salpicado de manchas blancas. Se lo considera rey de las serpientes. Toda criatura huye del Basilisco pues el hedor que despide aquella bestia puede matar a un hombre, y aun darle muerte con su mirada. Las aves huyen del Basilisco, pues la bestia puede hacerlos arder en el aire. Sólo la comadreja puede matar al Basilisco, y con ese propósito, los pobladores de aquella comarca asolada por la bestia, arrojan a la comadreja al interior del escondrijo donde éste se oculta para que lo aniquile. El Basilisco, al igual que el escorpión, habita sólo en los lugares secos.

viernes, 7 de enero de 2011

Lamia y el mito de la vagina dentada (vagina dentata)

Lamia.
El Mito de la Vagina Dentada.
Dos clásicos de la demonología, Ulrico Molitor (de Lamiis et pythonicis mulieribus,1489) y Jean de Wier (Lamiis líber,1577) se han ocupado extensamente de este personaje fabuloso, casi siempre mencionado en plural, aunque con los típicos prejuicios de su época, asociándola a la brujería y viendo en su imagen una suma de todos los aspectos negativos de la femineidad.
Enajenada desde los orígenes del mito, a causa de una injusta venganza (la divina Hera, celosa de sus amores con su marido Zeus, mató a casi todos los hijos que ella había concebido con el dios, la única que logró escapar a la venganza fué Escila). Lamia y sus pares se cebaron desde entonces en los niños ajenos y en sus padres; vampirizando a los pequeños y seduciendo hasta la demencia a los adultos, en represalia por sus hijos perdidos y por despecho hacia la deidad que la gozó en el lecho, pero que no se dignó a defenderla de la cólera celeste.
Se la conocía también bajo el nombre de Anatha, y una de sus curiosas habilidades consistía en poder quitarse los ojos a voluntad, incluso llegó a ayudar a varios héroes prestándoles sus globos oculares.
Bajo el nombre de Empusa adquirió, ya entre los romanos, la característica central con la que su sombra ha llegado hasta nosotros. Es la enemiga por antonomasia del género masculino, al que hace responsable del mal trato y de la discriminación que en general padecen las mujeres.
Conocida como "La devoradora de hombres", ya que su leyenda la acusa literalmente de comérselos, luego de cautivarlos con una belleza que nunca otorga lo que promete, y de atraerlos para consumar sus propósitos a lugares desiertos. La moderna simbología ha querido ver en ésta singular demonia el arquetipo del temor ancestral de los varones ante el misterio de lo femenino, y también la famosa y explícita metáfora freudiana sobre la "vagina dentada". El etnólogo Leo Frobenius (mitologías del atlántico), y más tarde Carl Jung (transformaciones y símbolos de la libido), han glosado tales interpretaciones y la relacionan así mismo con el Lamio, pez abisal de los mares ibéricos, famoso por su voracidad.

El sexo y los Vampiros

Hablar de “sexo”y “vampiros” puede sonar redundante, ya que el imaginario popular asocia casi inevitablemente el sexo con el vampirismo. En otros artículos ya intentamos, con poco éxito, por cierto, enfocarnos en los símbolos clásicos detrás de la figura del vampiro, tales como el mito de la vagina dentada, súcubos, íncubos, y demás vampiros sexuales. Hoy intentaremos centrarnos en las leyendas más puras de Europa, las cuales, afortunadamente, se han conservado al márgen de la contaminación estética sugerida por Hollywood.

Los vampiros, como cualquier otra manifestación de la no-muerte dentro de las leyendas populares, son seres con una intensa voluntad sexual; la cual no siempre es manifestada mediante una búsqueda de saciedad erótica. Es decir, casi todas las actividades asociadas a los vampiros poseen un simbolismo fuertemente sexual, virtud que les ha valido una permanencia incuestionable en las leyendas modernas, dejando detrás de sí, una hueste innumerable de seres míticos olvidados.

Colmillos.

Curiosamente, los famosos colmillos que todos imaginamos cuando pensamos en vampiros, son de invención tardía, y puramente literaria. Estéticamente, son parte inseparable de la iconografía vampírica, pero pensando en términos más funcionales, los colmillos afilados son absolutamente inadecuados para la función que se les atribuye.

La primera aparición de los colmillos asociados a la figura del vampiro proviene de la novela Varney, el Vampiro, publicada en 1840. Antes de aquella intrusión estética, los mitos populares aseguraban que los vampiros tenían dos métodos de alimentación, ambos asociados al sexo, pero en las antípodas de la seducción.

Seducción.

El vampiro literario seduce, somete, y luego se alimenta. El orden es más o menos el mismo en toda la literatura vampírica; y allí reside la fórmula de su éxito. El vampiro masculino somete de tal manera a sus víctimas, que casi siempre da la impresión de que son ellas las que finalmente se entregan. Nunca hay violencia, ni asaltos en contra de la voluntad de la víctima, sino una especie de danza de seducción que finalmente acabará con una entrega total. Aquí encontramos el primer símbolo sexual en la cultura vampírica: el sometimiento.

El abandono absoluto de la mujer ante los embates persuasivos del vampiro debe verse como una máscara del sexo. Entregar la propia vida es una especie de sublimación del acto sexual, especialmente dentro de esa inabarcable abstracción que es la mente femenina. Nos explicamos:

La cuestión es sencilla y efectiva dentro del simbolismo, pero pueril y abstrusa cuando tratamos de conceptualizarla; en todo caso, el símbolo puede reducirse a la siguiente fórmula: en el acto sexual, es la mujer la que se abandona, no hablamos aquí de sometimiento, sino de abandono, de confianza. La mujer que se entrega sexualmente está otorgando un don, permite al hombre acceder a las delicias de su cuerpo sin ofrecer resistencia, siempre y cuando el hombre haya cumplido ciertos pasos relacionados al cortejo, el cual es, el hombre, sinónimo de “conquista”, y para la mujer de “descubrimiento”. El hombre busca conquistar, busca someter, doblegar las resistencias femeninas. El vampiro, como espejo del hombre, actúa de la misma manera: se alimenta de la víctima sólo cuando ésta yace subyugada ante él.

Nada de Seducción.

Pero los mitos europeos sobre vampiros son menos fáciles de reducir a simples analogías. Los vampiros del mito son sanguinarios, insaciables, monstruosos, y para nada seductores.

El sexo sigue siendo un móvil central de la leyenda, pero sus símbolos son menos comparables con nuestro comportamiento durante el cortejo. Veamos porqué:

En primer lugar, los vampiros poseían dos herramientas con las cuales se alimentaban: la principal era una especie de aguijón situado debajo de la lengua, o en algunas variantes de la leyenda, parte integral de la lengua. En segundo lugar, los vampiros poseían dos pequeños y agudos incisivos, unidos en la parte frontal de la boca, y cuya función consistía en penetrar la piel de la víctima en una superficie abarcable para la succión posterior. Al contrario de los colmillos literarios, los incisivos de la leyenda permitían al vampiro, al menos en teoría, abarcar con la boca la superficie lacerada, facilitando no sólo la succión, sino la reapertura de las heridas sin apartar los labios de la fuente de alimentación.

¿Pero porqué eran necesarias dos herramientas, cuando con una bastaba para alimentarse? Bien, la respuesta es sencilla: los mitos son complicados, y es en esa complicación donde reside parte de su belleza.

El aguijón debajo de la lengua tenía dos funciones; desgarrar la piel y el músculo de la víctima, ya que los vampiros de la tradición no sólo sacian su apetito con sangre. El aspecto sexual del aguijón reside en la zona en la que éste era utilizado. Los vampiros masculinos, acaso los únicos que menciona la tradición, gustaban de las piernas femeninas, especialmente de la zona interna de los muslos. Es preciso aclarar que nunca se habla de penetración en este tipo de relatos populares, aunque es evidente cual es el mensaje que intentaban transmitir: la imágen de un ser grotesco salido de la tumba, aferrado a un delicado cuerpo femenino, desgarrando una zona cercana a los genitales con un aguijón, es bastante más efectivo en términos literarios que hablar directamente de penetración.

De las Curiosidades del Sexo.

El enemigo más conocido de los vampiros es, indudablemente, el ajo. Curiosamente, la tradición del uso de ajo en contra de los vampiros tiene un carácter intensamente sexual. Volvemos a explicarnos (o a intentarlo):

Las primeras menciones al ajo como remedio anti-vampiros datan de la edad media. Se colocaban en puertas y ventanas, es decir, en aquellos lugares por los cuales se espera una intrusión en el hogar. Ahora bien, el ajo no podía ser colocado arbitrariamente: la tarea era ejercida por la mujer fértil más anciana del hogar (la cual, generalmente, no superaba los 35 años) durante el período de menstruación.

Hoy sabemos que cuando varias mujeres fértiles conviven en el mismo hogar, sus ciclos menstruales tienden a unificarse, es decir, con el tiempo, comienzan a sincronizar sus períodos unas con otras; razón por la cual, hoy podemos entender que la utilización del ajo tenía como finalidad aplacar el aroma femenino, el cual; según una doble lectura del mito, actuaba como una especie de afrodisíaco irresistible para los vampiros, o para aquellos que se hacían pasar por vampiros.

Ya hemos tocado, en nuestro olvidable Razas de Vampiros, muchos de los símbolos sexuales asociados al vampirismo, por lo que preferimos no caer una redundancia descarada. Razón por la cual, daremos cuenta de algunas referencias curiosas dentro de ese vasto e inestimable corpus llamado La Rama Dorada:

Cierto vampiro de Bavaria posee, como muchos de nosotros, la saludable tradición de masturbarse. Ahora bien, esto no se traduce en un problema, aún cuando la solitaria actividad se llevase a cabo dentro de un ataúd, el problema consiste en que este vampiro se provoca una erección sólo para pasar a devorar su propio miembro, hábito que no recomendamos al lector curioso.

En ciertas zonas de Valaquia, se adoptaba un curioso método para ahuyentar a un vampiro lujurioso, aunque su ejecución sólo podía realizarla una mujer, como ya veremos. Al parecer, las damas de aquellos rústicos parajes, eran educadas en el uso de sus propias vaginas como método repelente. Según afirma Frazer, los vampiros de Valaquia huyen espantados ante la visión del sexo femenino, e incluso, el compilador agrega que cuanto más velluda sea la mujer, existen mayores posibilidades de ahuyentar a la pérfida bestia.

Situación diferente se daba en la Galia Sisalpina, en dónde los vampiros temían la visión de las dotes viriles de los mancebos; aunque suponemos que el rumor nace de la soberbia de los propios mancebos de aquella zona.

Los vampiros son y serán símbolos del sexo, cada época los ha investido de distintos matices, pero detrás de esa vestimenta se esconde un sólo ícono, un espejo en el cual podemos, en ocasiones, reflejarnos.

lunes, 3 de enero de 2011

El misterio de Paganini y el violín del diablo

 Paganini, Eugène Delacroix


 El misterio de Paganini y el violín del diablo


En esta vida todo es posible, lo importante es tratar de dar respuestas a los grandes misterios que se presentan apoyandose siempre de la razón como primer avance.
Escuchar la música interpretada por el gran virtuoso del violín Paganini es algo maravilloso, pues se encarnan creatividad, habilidad, destreza y un a atmósfera trascendente llena de misterio que lo hacen un músico fascinante.
Se sabe Nicolo Paganini nació el27 de octubre 1782, llegaba quien hasta el día de hoy es considerado como el violinista más virtuoso que ha existido sobre la tierra, se dice de él que en sus conciertos solía tocar con cuerdas de violín que se encontrasen muy gastadas para que estas se reventaran a media interpretación, para que así este gran violinista pudiese demostrar su extremo virtuosismo e impresionar a su publico conocedor, terminando impecablemente aun y con la falta de una y hasta dos cuerdas de las cuatro que posee este instrumento.
Paganini de complexión sumamente delgada y no muy agraciada físicamente, estaba consciente de que como artista debía ofrecer a su publico lo mejor de lo mejor en cuanto a ejecución musical se refiere, por lo tanto pasaba extenuantes jornadas perfeccionando su técnica en el violín, a consecuencia de su obsesión por la perfección sus manos se llegaron a deformar tanto que se cuenta que cada una, al ser extendidas median 45 centímetros.
Su público en recompensa al esfuerzo de este músico, no encontró otra explicación al virtuosismo de Paganini que atribuirle un pacto con el diablo, Muere el 27 de mayo de 1840 a la edad de 57 años.
Se ha escrito sobre él que era sobrenatural. Las notas mágicas que salían de su violín tenían un sonido diferente, por eso nadie quería perder la oportunidad de escuchar su espectáculo.
Una noche, el escenario de un auditorio repleto de admiradores estaba preparado para recibirlo. La orquesta entró y fue aplaudida. El director fue ovacionado. Pero cuando la figura de Paganini surgió, triunfante, el público deliró. Paganini coloca su violín en el hombro y lo que sigue es indescriptible. Blancas y negras, fusas y semifusas, corcheas y semicorcheas parecen tener alas y volar con el toque de aquellos dedos encantados.
De repente, un sonido extraño interrumpe el ensueño de la platea. Una de las cuerdas del violín de Paganini se rompe.
El director paró. La orquesta paró. El público paró. Pero Paganini no paró. Mirando su partitura, él continuó extrayendo sonidos deliciosos de un violín con problemas. El director y la orquesta, admirados, vuelven a tocar.
El público se calmó, cuando, de repente, otro sonido perturbador atrae la atención de los asistentes. Otra cuerda del violín de Paganini se rompe. El director paró de nuevo. La orquesta paró de nuevo. Paganini no paró.
Como si nada hubiera ocurrido, olvidó las dificultades y siguió arrancando sonidos imposibles. El director y la orquesta, impresionados, vuelven a tocar. Pero el público no podía imaginar lo que iba a ocurrir a continuación. Todas las personas, asombradas, gritaron un OOHHH! que retumbó por toda aquella sala. Una tercera cuerda del violín de Paganini se rompió. El director paró. La orquesta paró. La respiración del público paró. Pero Paganini no paró.
Como si fuera un contorsionista musical, arrancó todos los sonidos posibles de la única cuerda que quedaba de aquel violín destruido. Ninguna nota fue olvidada.
El director, embelesado, se animó. La orquesta se motivó. El público partió del silencio hacia la euforia, de la inercia hacia el delirio. Paganini alcanzó la gloria. Su nombre corre a través del tiempo.
mundofree.com, escribe que en el siglo XIX, el italiano Niccoló Paganini (1782-1840) hizo un pacto con el Diablo para, a cambio de su alma, convertirse en el más grande violinista de su tiempo...
O al menos así narra la leyenda concebida por la gente de aquel romántico siglo, la llamamos leyenda realmente porque la Iglesia arremetió contra la idea de que el diablo pudiera convertir a Paganini en lo que terminó… la gente, más dispuesta a creer en una diabólica influencia que en incontables horas de práctica, como única manera de explicar la "endiablada" habilidad técnica de Paganini para tocar el violín. Obligado primero por su padre (que quería hacer de él un niño prodigio y que lo azotaba a diario e incluso en publico) y luego por sí mismo, Paganini adoptó la costumbre de practicar doce horas diarias, e incluso sometió su mano izquierda a tortuosos esfuerzos un tanto sanguinolentos y masoquistas para ganar flexibilidad, logrando llevar a su máximo desarrollo la escuela violinística italiana de su tiempo. Dicen que se clavó un tornillo en la muñeca y que le dijeron que para toda la vida le seria imposible moverla… pero sí pudo, si podía en el escenario, donde se rodeaba siempre de velas y sal marina y portaba en el cuello un anticristo…
Se decía que había estado en prisión por supuestos homicidios pasionales, que había hecho las cuerdas de su violín con las vísceras de alguna de sus amantes, hígados e intestinos, que su violín desprendía sangre, que nunca lo vieron practicar fuera del escenario y que habían sorprendido al diablo guiando el arco de su violín en inverosímiles movimientos durante los conciertos… y muchas cosas horribles más. De todo eso se sirvió Paganini para publicitarseRossini, Berlioz, Liszt y Chopin.
En la vida de Paganini mito y realidad son, pues, difíciles de separar. Fue un hombre huérfano de madre y con un padre estricto y desvariado (El cual se suicidó ahorcándose dejándolo solo en el mundo). Los biógrafos se contradicen, hay misterios todavía insolubles. Pero lo cierto es que este hijo de Génova nació un 27 de octubre y aprendió los fundamentos musicales con su padre y luego con violinistas locales, presentándose en público siendo niño todavía. Viajó a otras ciudades para perfeccionarse en violín y composición, pero se lo considera más que nada un autodidacta. Siendo un jovenzuelo, se lanzó a la aventura, aunque por su inexperiencia se vio envuelto en líos. No se sabe con certeza qué hizo entre 1801 y 1805: habría estado en el principado de Lucca, creado por Napoleón, donde fue violinista de la corte y amante de la princesa Baciocchi, hermana del Gran Corso. Luego empezó con las giras de conciertos que lo hicieron rico y famoso, primero por toda Italia y a partir de 1828 por Viena, Praga y las principales urbes de Europa. En 1834 retornó a su patria. Debido a una enfermedad nerviosa, dio cada vez menos conciertos. Finalmente, debilitado por una tuberculosis laríngea, producto de una mala operación, se retiró a Niza, Francia, donde murió.
Se dice que poco antes de su muerte improvisó como nunca en su violín, el grandioso "Cañón". Aunque no pudo terminarlo, porque ocurrieron sucesos inexplicables… una cuerda sangrante de su violín se rompió y cortó su cara, destruyéndole el párpado superior izquierdo y su oreja. Tambien se dice que su padre, Audcsias Montori Paganini, espiritualmente lo seguía y acosaba y que él mismo se llevó ese temible violín al más allá para no ser descubierto…



viernes, 31 de diciembre de 2010

The hounds of Tindalos

Los perros de Tindalos.
The hounds of Tindalos, Frank Belknap Long.

Me alegro de que hayas venido -dijo Chalmers.

Estaba sentado junto a la ventana, muy pálido. Junto a uno de sus brazos ardían dos velas casi derretidas que proyectaban una enfermiza luz ambarina sobre su nariz larga y su breve mentón. En el apartamento de Chalmers no había absolutamente nada moderno. Su propietario tenía el alma medieval y prefería los manuscritos iluminados a los automóviles, y las gárgolas de piedra a los aparatos de radio y a las máquinas de calcular. Quitó, en mi obsequio, los libros y papeles que se amontonaban en un diván y, al atravesar la estancia para sentarme me sorprendió ver en su mesa las fórmulas matemáticas de un célebre físico contemporáneo junto con unas extrañas figuras geométricas que Chalmers había trazado en unos finos papeles amarillos.

-Me sorprende esta coexistencia de Einstein con John Dee -dije al apartar la mirada de las ecuaciones matemáticas y descubrir los extraños volúmenes que constituían la pequeña biblioteca de mi amigo.

En las estanterías de ébano convivían Plotino y Emmanuel Mascópoulos, Santo Tomás de Aquino y Frenicle de Bessy. Las butacas, la mesa, el escritorio estaban cubiertos de libros y folletos sobre brujería medieval y magia negra, así como de textos sobre todas las cosas hermosas y audaces que rechaza nuestro mundo moderno. Chalmers me ofreció, sonriendo, un cigarrillo ruso y dijo:
-Estamos llegando ahora a la conclusión de que los antiguos alquimistas y brujos tenían razón en un setenta y cinco por ciento, y los biólogos y los materialistas modernos están equivocados en un noventa por ciento.

-Usted siempre se ha tomado un poco a broma la ciencia de hoy -repuse, con un leve gesto de impaciencia.
-No -contestó-. Sólo me he burlado de su dogmatismo. Siempre he sido un rebelde, un campeón de la originalidad y de las causas perdidas. No te extrañe, pues, que haya decidido repudiar las conclusiones de los biólogos contemporáneos.
-¿Y qué me dice usted de Einstein? -pregunté.
-¡Un sacerdote de las matemáticas trascendentes!
- murmuró con respeto-. Un profundo místico, un explorador de reinos inmensos cuya misma existencia sólo ahora se empieza a sospechar.
-Entonces no desprecia usted la ciencia por completo.
-¡Claro que no! Lo que no me inspira confianza es el positivismo de estos últimos cincuenta años, ni tampoco las ideas de Haeckel ni de Darwin ni de Bertrand Russell. Creo que la biología ha fracasado lamentablemente cuando ha intentado explicar el origen y el destino del hombre.
-Déles usted un margen de tiempo.
Los ojos de Chalmers despidieron chispas:
-Amigo mío -murmuró-, acabas de hacer un juego de palabras verdaderamente sublime. ¡Deles usted un margen de tiempo! Yo se lo daría encantado, pero precisamente cuando les hablas de tiempo, los modernos biólogos se echan a reír. Poseen la llave, pero se niegan a utilizarla. ¿Qué sabemos del tiempo? Einstein lo considera relativo y cree que se puede interpretar en función del espacio, de un espacio curvo. Pero no hay que quedarse ahí detenido. Cuando las matemáticas dejan de prestarnos su apoyo, ¿acaso no se puede seguir adelante a base de... intuición?
-Ese es un terreno muy resbaladizo. El verdadero investigador evita siempre caer en esa trampa. Por eso avanza tan despacio la ciencia moderna. Sólo admite lo que es susceptible de demostración. Pero usted...
-Yo, ¿sabes lo que haría? Tomar hachís, opio, todas las drogas. Yo imitaría a los sabios orientales y acaso así consiguiera...
-¿Consiguiera qué?
-Conocer la cuarta dimensión.
-¡Eso es pura teosofía, una estupidez!
-Puede que sí, pero estoy persuadido de que las drogas consiguen aumentar el alcance de la conciencia humana. William James está de acuerdo sobre este particular. Además, he descubierto una nueva.
-¿Una nueva droga?
-Fue utilizada hace siglos por los alquimistas chinos, pero apenas se conoce en Occidente. Posee ciertas propiedades ocultas verdaderamente asombrosas. Gracias a esta droga y a mis conocimientos matemáticos, creo que puedo remontar el curso del tiempo.
-No comprendo qué quiere usted decir.
-El tiempo no es más que nuestra percepción imperfecta de una nueva dimensión espacial. El tiempo y el movimiento son otras tantas ilusiones. Todo lo que ha existido desde el origen del universo existe ahora también. Lo que sucedió hace milenios sigue sucediendo en otra dimensión del espacio. Lo que sucederá dentro de milenios sucede ya. Si no lo podemos percibir es porque tampoco podemos penetrar en la dimensión espacial donde sucede. Los seres humanos, tal como los conocemos, no son sino partes infinitesimales de un todo inmenso. Cada uno de nosotros está unido a toda la vida que le ha precedido en nuestro planeta. Todos nuestros antepasados forman parte de nosotros. De ellos sólo nos separa el tiempo, y el tiempo es una ilusión.
-Creo que empiezo a comprender -murmuré.
-Basta con que tengas una vaga idea del asunto para poderme ayudar. Lo que pretendo es arrancar de mis ojos el velo de la ilusión que los cubre y ver el principio y el fin.
-¿Y usted cree que esta nueva droga le serviría de algo?
-Estoy convencido de ello. Y pretendo que me ayudes. Quiero tomarla inmediatamente. No puedo esperar. Tengo que ver -sus ojos lanzaron extraños destellos-. Voy a viajar en el tiempo. Voy a retroceder en el tiempo.

Chalmers se levantó y tomó de encima de la chimenea una cajita cuadrada.

-Aquí tengo cinco gránulos de la droga Liao. Fue utilizada por el filósofo chino Lao-Tse y, bajo su influencia logró contemplar el Tao. Tao es la fuerza más misteriosa del mundo. Rodea y penetra todas las cosas y contiene en sí la totalidad del universo visible y todo lo que denominamos realidad. El que logre contemplar el misterio del Tao sabrá todo lo que fue y todo lo que será.
-Fantasías -comenté.
-Tao es como un enorme animal reclinado e inmóvil que contiene en sí todos los mundos, el pasado, el presente, el porvenir. A través de una hendidura que llamamos tiempo percibimos sectores de ese monstruo terrible. Mediante esta droga voy a ensanchar la hendidura. Contemplaré así el rostro mismo de la vida; veré la bestia entera, inmensa y agazapada.
-¿Y cuál será mi misión?
-Escuchar, amigo mío. Escuchar y anotar lo que escuche. Y si me alejo demasiado hacia el pasado, me tendrás que sacudir violentamente para traerme de nuevo a la realidad. Si vieras que estoy sufriendo dolores físicos intensos, me debes hacer regresar al instante.
-Chalmers -dije-, este experimento no me gusta nada. Va a correr usted un peligro terrible. No creo en la cuarta dimensión y mucho menos en el Tao. Tampoco apruebo el uso de drogas desconocidas.
-Para mí no es desconocida -repuso-. Conozco sus efectos sobre el animal humano y también sus peligros. La droga en sí no es peligrosa. Yo lo único que temo es extraviarme en el abismo del tiempo, porque has de saber que mi intención es colaborar activamente con la droga. Antes de tomarla me concentraré en los símbolos geométricos y algebraicos que he trazado en este papel -me enseñó el diagrama que tenía sobre las rodillas- y así prepararé mi espíritu para el viaje transtemporal. Primero me aproximaré todo lo posible a la cuarta dimensión mediante el solo esfuerzo de mi propio ego, y luego tomaré la droga que me dará el poder oculto de percepción. Antes de penetrar en el mundo onírico del misticismo oriental dispondré de toda la ayuda matemática que pueda ofrecerme la ciencia. La droga abrirá las puertas de la percepción y las matemáticas me permitirán comprender intelectualmente lo que así perciba. Así mis conocimientos matemáticos y mi aproximación consciente a la cuarta dimensión complementarán la pura acción de la droga. En mis sueños ya he conseguido captar muchas veces la cuarta dimensión en forma intuitiva y emocional, pero en estado de vigilia no he sido después nunca capaz de recordar el resplandor oculto que me era revelado momentáneamente en sueños. Creo, sin embargo, que con tu ayuda podré hacerlo esta vez. Tu anotarás todo lo que diga durante mi trance, por muy extraño e incoherente que te parezca. A mi regreso espero poder proporcionarte la clave de todo lo que no hayas entendido. No estoy seguro de mi éxito, pero, si lo tengo -sus ojos volvieron a despedir un extraño fulgor-, ¡el tiempo ya no existirá para mí!

De pronto, se sentó.

-Voy a hacer el experimento ahora mismo. Ponte, por favor, junto a la ventana y no dejes de vigilarme. ¿Tienes pluma?
Asentí hoscamente y saqué mi pluma Waterman verde claro del bolsillo superior de la chaqueta.
-¿Y has traído algo donde escribir, Frank?
De mala gana saqué una agenda.
-Insisto enérgicamente una vez más en que no apruebo este experimento -gruñó-. Va a correr usted un peligro terrible.
-¡No seas niño! -agitó un dedo ante mí-. Estoy decidido a hacerlo a pesar de todo lo que me digas, y además a hacerlo ahora mismo. Por favor, estate en silencio mientras medito sobre estos diagramas.

Puso los dibujos ante sí y se concentró intensamente en ellos. En el silencio oí cómo el reloj de la chimenea iba desgranando segundos. Una angustia indefinida me oprimía el pecho. De pronto, el reloj se paró. En ese momento, Chalmers introdujo la droga en su boca y la tragó. Rápidamente me aproximé a él, pero con la mirada me advirtió que no le interrumpiera.

-El reloj se ha parado -murmuró-. Las fuerzas que lo gobiernan aprueban mi experimento. El
tiempo se detuvo y yo tomé la droga. ¡Dios mío, haz que no me extravíe!

Cerró los párpados y se extendió en el sofá. Su rostro estaba exangüe, y respiraba con dificultad. Era evidente que la droga estaba actuando extraordinariamente de prisa.

-Comienzan las tinieblas -murmuró-. Anótalo. Todo se está poniendo oscuro y se van desdibujando los objetos familiares de la habitación. Aún los veo, pero borrosos, y se están desdibujando rápidamente.

Sacudí la pluma estilográfica, pues la tinta fluía mal, y seguí tomando veloces notas taquigráficas.

-Abandono la habitación. Las paredes se disuelven como niebla. Ya no veo ninguno de los objetos, pero todavía te veo la cara. Supongo que estarás escribiendo. Creo que estoy a punto de dar el gran salto a través del espacio, o acaso del tiempo. No lo sé. Todo es confuso, incierto.
Permaneció en silencio durante algún tiempo, con la barbilla apoyada en el pecho. De pronto, se puso rígido y abrió los ojos.
-¡Dios mío! -exclamó-. Veo.

Se hallaba todo contraído, tenso, mirando fijamente la pared que había frente a él. Pero yo sabía que su mirada la atravesaba y que los objetos de la habitación no existían para él.

-¡Chalmers! ¡Chalmers! ¿Le despierto?
-¡De ninguna manera! -aulló-. ¡Veo todo! Ante mí veo los billones de vidas que me han precedido en este planeta. Veo hombres de todas las épocas, de todas las razas, de todos los colores. Luchan, se matan, construyen, danzan, cantan. Se sientan en torno a la hoguera primitiva, en desiertos grises, e intentan elevarse en el aire a bordo de monoplanos. Cruzan los mares en toscas barcas de troncos y en enormes buques de vapor. Pintan bisontes y elefantes en las paredes de cuevas lúgubres y cubren lienzos enormes con formas y colores del futuro. Veo a los emigrantes procedentes de la Atlántida y Lemuria. Veo a las razas ancestrales: a los enanos negros que invaden Asia y a los hombres de Neanderthal, de cabeza inclinada y piernas torcidas, que se extienden por Europa. Veo a los aqueos colonizando las islas griegas y contemplo los rudimentos de la naciente cultura helénica. Estoy en Atenas y Pericles es joven. Me hallo en tierra italiana. Participo en el rapto de las sabinas. Camino con las legiones imperiales. Tiemblo de respeto y de pavor cuando flamean los gigantescos estandartes y el suelo trepida bajo el paso de los hastati victoriosos. Paso en una litera de oro y marfil arrastrada por negros toros de Tebas y ante mí se postrernan mil esclavos y las mujeres, cubiertas de flores, exclaman: "¡Ave César!". Yo les sonrío y saludo a la multitud. Soy esclavo en una galera berberisca. Veo cómo, piedra a piedra, se va levantando una catedral. Contemplo durante meses, durante años, cómo van colocando en su sitio cada uno de los sillares. Estoy crucificado, cabeza abajo, en los perfumados jardines de Nerón y veo, con ironía y desprecio, cómo funcionan las cámaras de tortura de la Inquisición. ¡Es un espectáculo divertido!

…Penetro en los más sagrados santuarios. Entro en el Templo de Venus. Me arrodillo, en adoración, ante la Magna Mater y arrojo monedas al regazo de las prostitutas sagradas que, con el rostro velado, esperan en los Jardines de Babilonia. Penetro en un teatro inglés de la época isabelina y, en medio de una multitud maloliente, aplaudo El Mercader de Venecia. Paseo con Dante por las estrechas callejuelas de Florencia. Mientras contemplo, arrobado, a la joven Beatriz, la orla de su vestido roza mis sandalias. Soy sacerdote de Isis y mis poderes mágicos asombran al mundo. A mis pies se arrodilla Simón Mago, implorando mi ayuda, y el Faraón tiembla ante mi sola presencia. En la India hablo con los Maestros y huyo horrorizado, pues sus revelaciones son como sal en una herida sangrante. Todo lo percibo simultáneamente. Todo lo percibo a la vez y desde todos los ángulos posibles. Formo parte de los billones de vidas que me han precedido. Existo en todos los seres humanos y todos los seres humanos existen en mí. En un instante veo a la vez toda la historia del hombre, el pasado y el presente. Mediante un pequeño esfuerzo soy capaz de contemplar pasados cada vez más lejanos. Ahora me remonto hacia el mismo origen, a través de curvas y ángulos extraños. A mi alrededor se multiplican los ángulos y las curvas. Hay grandes sectores de tiempo que los percibo a través de curvas. Existe un tiempo curvo y un tiempo angular. Los moradores del tiempo curvo no pueden penetrar en el tiempo angular. Todo es muy extraño.

…Sigo retrocediendo cada vez más. De la tierra ya ha desaparecido el hombre. Veo reptiles gigantescos agazapados bajo enormes palmeras y nadando en pútridas aguas negras. Ya han desaparecido los reptiles. Ya no hay animales terrestres, pero veo perfectamente bajo las aguas formas sombrías que se mueven lentamente entre las algas. Las formas que veo son cada vez más simples. Ahora los únicos seres vivos son células. A mi alrededor hay cada vez más ángulos, ángulos totalmente ajenos a la geometría humana. Tengo un miedo horrible. En la creación existen abismos en los que nunca ha penetrado el hombre…

Seguí sin perderle de vista. Chalmers se había levantado y gesticulaba como pidiendo ayuda. Al poco volvió a hablar:

-Atravieso ángulos ajenos al espacio terrestre. Me aproximo al horror supremo.
-¡Chalmers! -exclamé-. ¿Quiere usted que intervenga?

Se llevó la mano al rostro, como para no ver una visión indeciblemente espantosa. Pero dijo trabajosamente:

-¡Todavía no! Quiero seguir adelante... Quiero ver... lo que hay... aún más allá...

Tenía la frente cubierta de sudor frío y movía los hombros de modo espasmódico. Su rostro espantado era de color gris ceniciento.
-Más allá de la vida existen cosas que no logro distinguir. Pero se mueven lentamente a través de ángulos alucinantes.

En ese momento percibí por primera vez en la estancia un olor bestial e indescriptible, nauseabundo, insoportable. Me lancé a la ventana y la abrí de par en par. Cuando volví al lado de Chalmers y vi su expresión, estuve a punto de desmayarme.

-¡Me han olido! -lanzó un alarido-. ¡Lentamente se dan la vuelta hacia mí!
Todo el cuerpo le temblaba horriblemente. Durante un momento agitó los brazos en el aire, como buscando un asidero, y luego le cedieron las piernas. Cayó al suelo, donde permaneció boca abajo, sollozando, gimiendo. En silencio contemplé cómo se arrastraba por el suelo. En aquellos momentos, mi amigo no era un ser humano. Enseñaba los dientes y en las comisuras de la boca se le formó una espuma blanquecina.

-¡Chalmers! -grité-. ¡Chalmers, basta ya! Basta
ya, ¿me oye?
Como en respuesta de mi llamada, comenzó a emitir unos sonidos roncos y convulsivos, semejantes a ladridos, y a caminar en círculo a cuatro patas por el suelo. Me incliné y le cogí por los hombros. Le sacudí violentamente, desesperadamente, y él intentó morderme la muñeca. Me sentía enfermo de horror, pero no le solté, pues temía que se destruyese a sí mismo en un paroxismo de rabia.

-¡Chalmers! -murmuré-. Basta ya. Está usted en su habitación. Nada malo le puede suceder. ¿Comprende?

A fuerza de sacudirle y de hablarle, logré que la expresión de locura fuera desapareciendo de su rostro. Tembloroso y convulsivo, quedó como un grotesco montón de carne en el centro de la alfombra china. Le ayudé a caminar hasta el sofá y a tumbarse en él. Su rostro estaba contraído de dolor y me di cuenta de que seguía luchando sordamente contra recuerdos espantosos.

-Whisky -murmuró-. Está ahí, en el mueblecito, junto a la ventana, en el cajón superior de la izquierda.

Cuando le alcancé la botella, la asió con tal fuerza que los nudillos se le pusieron azules.
-Casi me cogen -dijo entrecortadamente.
Bebió el estimulante a grandes tragos irregulares y poco a poco le fue volviendo el color a la cara.
-Esa droga -dije- es el diablo en persona.
-No era la droga -gimió.
Su mirada ya no era de loco. Ahora daba impresión de un profundo desaliento.
-Me han olido a través del tiempo -susurró-. He llegado demasiado lejos.
-¿Cómo eran? -pregunté para seguirle la corriente.
Se inclinó hacia mí y me agarró el brazo hasta hacerme daño. Otra vez fue dominado por horribles temblores.
-¡No hay palabras para describirlos! -murmuró roncamente-. Han sido vagamente simbolizados en el Mito de la Caída y en cierta forma obscena que a veces aparece grabada en algunas tablillas arcaicas. Los griegos le daban un nombre que ocultaba la impureza esencial de esos seres. La manzana, el árbol y la serpiente son símbolos del misterio más atroz.

Al cabo de unos momentos su voz se convirtió en un aullido:
-¡Frank! ¡Frank! ¡En el comienzo se consumó un acto terrible e inmencionable! Antes del tiempo, el acto, y después del acto...
Comenzó a andar histéricamente por la estancia.
-Las consecuencias del acto se mueven a través de ángulos en los oscuros recodos del tiempo. ¡Tienen hambre y sed!
-Chalmers -intenté razonar-, ¡estamos en el tercer decenio del siglo XX!
Pero él siguió ululando:
-¡Tienen hambre y sed! ¡Los Perros de Tíndalos!
-Chalmers, ¿quiere usted que llame a un médico?
-Ningún médico puede ayudarme. Son horrores del alma y, sin embargo -ocultó la cara entre las manos-, son reales, Frank. Los vi durante un momento horrible. Durante un instante he llegado a estar al otro lado. Me encontré en una ribera lívida, más allá del tiempo y del espacio. Había una luz espantosa que no era luz y un silencio hecho de aullidos, y allí los vi. En sus cuerpos flacos y famélicos se concentra todo el Mal del universo. En realidad no estoy seguro de que tuvieran cuerpo: sólo los vi un instante. Pero los he oído respirar. Durante un momento indescriptible sentí su aliento en mi cara. Se volvieron hacia mi y huí dando alaridos. En un solo instante huí a través de millones de siglos. Pero me han olido. Los hombres despiertan en ellos un hambre cósmica. Hemos escapado momentáneamente del aura impura que los rodea. Tienen sed de todo lo que hay limpio en nosotros, de todo lo que emergió inmaculado de aquel acto. En nosotros hay elementos que no participaron en el acto y ellos los aborrecen. Pero no te imagines que son literal y prosaicamente malos. En el plano donde habitan no existen el bien y el mal tal como nosotros los concebimos. Son lo que, en el principio quedó desprovisto de pureza para siempre jamás. Al cometer el acto, se convirtieron en cuerpos de muerte, en receptáculo de toda impureza. Pero no son malos en el sentido que nosotros damos a esta palabra, porque en las esferas en que se mueven no existe pensamiento ni moral ni bueno ni malo. Allí sólo existen lo puro y lo impuro. Lo impuro se expresa en ángulos; lo puro, en curvas. El hombre, o mejor dicho, lo que hay en él de puro, procede de lo curvo. No te rías. Hablo completamente en serio.

Me levanté para irme. Mientras iba hacia la puerta, dije:
-Me da usted mucha pena, Chalmers. Pero no estoy dispuesto a oírle delirar. Le enviaré a mi médico. Es un hombre de edad, muy comprensivo, y no se ofenderá aunque usted lo mande al diablo. Pero confío en que siga usted las indicaciones que le dé. Se pasa usted una semana descansando en buen sanatorio y verá qué bien le sienta.
Mientras bajaba las escaleras le oí reír. Era una risa tan desprovista de alegría que me hizo llorar.

II.
Cuando Chalmers me telefoneó a la mañana siguiente, mi primer impulso fue colgar inmediatamente el receptor. Me llamaba para pedirme algo tan insólito, y tan anormalmente alterada estaba su voz, que temí por mi propia cordura si seguía adelante con este asunto. Pero no pude dejar de percibir la sinceridad de su angustia, y cuando se le quebró la voz y comenzó a sollozar, decidí acceder a su petición.

-De acuerdo -dije-, ahora mismo voy y le llevo la escayola.
De camino hacia casa de Chalmers, me detuve en una droguería y adquirí diez kilos de escayola.
Al entrar en el cuarto de mi amigo, le vi agazapado junto a la ventana, contemplando la pared de enfrente con ojos enfebrecidos por el terror. Cuando me vio entrar, se puso en pie y me arrebató el paquete de la escayola con una avidez que me puso los pelos de punta. Había sacado todos los muebles de la estancia, la cual presentaba ahora un aspecto absolutamente desolado.

-¡Aún podemos salvarnos! -exclamó-. Pero tenemos que actuar rápidamente. Frank, hay una escalera plegable en el vestíbulo. Tráela inmediatamente. Y ve a buscar también un cubo de agua.
-¿Para qué? -murmuré atónito.
Se volvió vivamente hacia mí y vi un relámpago de ira en sus ojos.
-¿Para qué va a ser, so bobo? ¡Para hacer la masa con la escayola! -gritó, fuera de sí-. Para hacer la masa que nos salvará el cuerpo y el alma de una contaminación indecible. Para hacer la masa que salvará al mundo de un peligro... ¡Frank, tenemos que cerrarles las puertas!
-¿A quiénes? -pregunté.
-¡A los Perros de Tíndalos! -exclamó-. Sólo pueden llegar hasta nosotros a través de ángulos.
¡Eliminemos todos los ángulos de la habitación! Voy a poner escayola en todos los ángulos, en todos los rincones, en todas las hendiduras. ¡La habitación quedará como el interior de una esfera!

Habría sido inútil discutir con él. Le llevé la escalera. Chalmers mezcló la escayola con el agua y estuvimos trabajando durante tres horas. Tapamos las cuatro esquinas de la pared y también las intersecciones de ésta con el suelo y el techo. Por último, redondeamos los duros ángulos de la ventana.

-Ahora me quedaré en esta habitación hasta que se vayan -dijo Chalmers cuando hubimos dado fin a la tarea-. Al darse cuenta de que el olor que siguen les obliga a atravesar curvas, se volverán. Se volverán, hambrientos, frustrados, insatisfechos, al plano de impureza de donde proceden, anterior al tiempo y más allá del espacio.

Sonrió afablemente y encendió un cigarrillo.
-Te agradezco mucho que hayas venido.
-¿Sigue usted sin querer ver a un médico? -rogué.
-Quizá mañana -repuso-. Ahora tengo que vigilar y esperar.
-¿Esperar qué? -apremié.
Chalmers sonrió débilmente.
-Tú crees que estoy loco -dijo-; me doy cuenta perfectamente. Eres inteligente, pero también eres muy prosaico y no puedes concebir la existencia de ninguna entidad independiente de toda energía y de toda materia. Pero, mi querido amigo, ¿se te ha ocurrido pensar alguna vez que la energía y la materia son las barreras que el tiempo y el espacio imponen a nuestra percepción? Sabiendo, como yo sé, que el tiempo y el espacio son lo mismo y que son engañosos porque ambos no son sino manifestaciones imperfectas de una realidad superior, no tiene sentido buscar en el mundo visible ninguna explicación del misterio y del terror del ser.

Me levanté y me fui hacia la puerta.
-Perdona -exclamó-. No he querido ofenderte. Tienes una gran inteligencia, pero yo tengo una inteligencia sobrehumana. Es natural que yo sea consciente de tus limitaciones.
-Telefonéeme si me necesita -dije, y bajé las escaleras de dos en dos-. «Ahora sí que le envío a mi médico -me iba diciendo a mí mismo-. Está loco de remate y sabe Dios lo que puede pasar si no se ocupa alguien inmediatamente de él.»
III.
Resumen de dos artículos publicados en la Patridgeville Gazette del 3 de julio de 1928:
TEMBLOR DE TIERRA EN EL CENTRO DE LA CIUDAD

A los dos de la madrugada de hoy, un violento terremoto ha hecho temblar los barrios céntricos de la ciudad, rompiendo varias ventanas en Central Square y causando graves daños en el tendido eléctrico y en las instalaciones de la red tranviaria. En los barrios periféricos también fue observado el fenómeno resultando completamente derruido el campanario de la iglesia baptista de Angell Hill, que había sido diseñado por Christopher Wren en 1717. Los bomberos luchan por apagar el incendio que se ha declarado en las naves de la fábrica de neumáticos. El alcalde ha prometido abrir un expediente a fin de determinar responsabilidades si las hubiere.

ESCRITOR OCULTISTA ASESINADO POR VISITANTE DESCONOCIDO
Horrible Crimen en Central Square. Un misterio impenetrable envuelve la muerte de Halpin Chalmers. A las nueve horas del día de hoy fue hallado el cuerpo sin vida de Halpin Chalmers, escritor y periodista, en una habitación vacía situada encima de la Joyería Smithwich & Isaacs, en el número 24 de Central Square. La investigación judicial puso de manifiesto que dicha habitación había sido alquilada amueblada al señor Chalmers el día 1 de mayo último y que el propio inquilino se había deshecho de los muebles hace quince días. El señor Chalmers era autor de varios libros sobre temas de ocultismo. Pertenecía a la Asociación Bibliográfica y anteriormente había residido en Brooklyn (Nueva York).

A las siete de la mañana, el señor L. E. Hancock, inquilino del apartamento situado frente al del Chalmers en el edificio de Smithwich & Isaacs, sintió un olor especial al abrir la puerta para dejar entrar a su gato y recoger la edición matinal de la Patridgeville Gazette. El olor, según afirma, era extremadamente acre y nauseabundo, y tan intenso en las proximidades de la puerta de Chalmers que tuvo que taparse la nariz cuando se aventuró por dicha zona del rellano. Estaba a punto de regresar a su propio apartamento cuando se le ocurrió que acaso Chalmers se hubiera olvidado de apagar el gas de su cocina. Considerablemente alarmado por esta posibilidad, decidió investigar lo sucedido y, comoquiera que nadie contestase sus repetidas llamados a la puerta de Chalmers, avisó al encargado del edificio. Este último abrió la puerta mediante una llave maestra y ambos penetraron en la habitación de Chalmers. La estancia estaba totalmente desprovista de mobiliario y Hancock asegura que, al ver lo que había en el suelo, se sintió enfermo, teniendo que permanecer el encargado y él asomados un rato a la ventana sin mirar atrás.

Chalmers yacía boca arriba en el centro de la habitación. Estaba completamente desnudo y tenía el pecho y los brazos cubiertos de una especie de gelatina azulada. La cabeza, totalmente separada del tronco, reposaba sobre el pecho y sus facciones aparecían horriblemente retorcidas y mutiladas. No había ni rastro de sangre. La habitación presentaba un aspecto insólito. Todas las aristas habían sido cubiertas de escayola, que en algunos sectores se había agrietado y en otros, desprendido. Los fragmentos de escayola caídos habían sido agrupados en torno al cadáver, formando un triángulo perfecto.

Junto al cuerpo se hallaron varias hojas de papel amarillo casi enteramente consumidas por el fuego. En ellas había dibujado varios símbolos fantásticos y extrañas figuras geométricas y podían leerse diversas frases escritas apresuradamente a mano. Dichas frases, sin embargo, son tan absurdas que no proporcionan la menor pista sobre el posible autor del crimen. He aquí algunas de tales frases: «Vigilo y espero. Estoy sentado junto a la ventana y vigilo las paredes y el techo. No creo que lleguen hasta aquí, pero debo tener cuidado con los Doels porque acaso puedan ayudarles a pasar.

También los ayudarán los Sátiros y éstos pueden avanzar a través de los círculos purpúreos. Los griegos sabían cómo impedirlo. Es lamentable que hayamos olvidado tantas cosas...»

En otro papel, en el más quemado de los siete u ocho fragmentos recogidos por el Sargento Detective Douglas (de la Policía de Patridgeville), había garrapateado lo siguiente:

«¡La escayola se cae! La ha agrietado una vibración terrible. ¡Un terremoto parece! No podía preverlo. Se va yendo la luz de la habitación. Telefonear a Frank. ¿Pero llegará a tiempo? Debo intentarlo. Recitaré la fórmula de Einstein. ¿Voy a Romper! ¡Están pasando! ¡Consiguen atravesar! Sale humo de las esquinas de la pared sus lenguas…

A juicio del Sargento Detective Douglas, Chalmers ha muerto envenenado por algún desconocido producto químico. La policía ha enviado muestras de la extraña gelatina azul que cubría el cuerpo de Chalmers al Laboratorio Químico de Patridgeville y confía en que el informe correspondiente arroje alguna luz sobre este crimen, el más misterioso de los últimos años. Se sabe que Chalmers tuvo un visitante la noche anterior al terremoto, pues su vecino oyó sin lugar a dudas, al pasar ante su puerta, rumor de conversación. El principal sospechoso es, pues, este desconocido visitante, cuya identidad la Policía se esfuerza afanosamente por averiguar.

IV.
Informe del doctor James Morton, químico y bacteriólogo:
Señor Juez de Instrucción: la sustancia semilíquida que usted me remitió para su estudio es la
más extraña que he analizado en mi vida. Presenta ciertas analogías con el protoplasma, pero en ella no se encuentran ni aun indicios de enzimas. Las enzimas son catalizadores de las reacciones químicas que se producen en el seno de la célula viva. Cuando las células mueren, las enzimas las desintegran mediante hidrólisis. Sin enzimas, el protoplasma poseería una vitalidad prácticamente infinita, es decir, sería inmortal. Las enzimas, por así decir, son los elementos negativos del organismo unicelular, que constituye la base de la vida, y, en opinión de los biólogos, sin ellas no puede existir materia viva. Y, sin embargo, tales cuerpos indispensables se hallan ausentes de la gelatina viva que usted me remitió. ¿Se da usted cuenta del significado que puede tener este descubrimiento para la ciencia?

V.
Fragmento de un manuscrito titulado «Los que velan en silencio», original del fallecido Halpin Chalmers:

…¿Y si existiese otra forma de vida paralela a la que conocemos, pero carente de los elementos que destruyen la nuestra? ¿Y si en otra dimensión existe una fuerza diferente de la que genera nuestra vida? ¿Y si esta fuerza emite una energía, que, procedente de su dimensión desconocida, consigue alcanzar nuestro espacio-tiempo y crear en él una nueva forma de vida celular? Cierto es que no se puede demostrar que tal forma nueva de vida exista en nuestro universo, pero yo he visto sus manifestaciones y he hablado con ellas. De noche, en mi habitación, he hablado con los Doels. Y en mis sueños he contemplado a su Creador. Lo he visto en lejanas riberas, más allá del tiempo y la materia. Se mueve a través de curvas extrañas y de ángulos alucinantes. Algún día viajaré en el tiempo y me enfrentaré con él cara a cara.

Frank Belknap Long.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Kraken

El Kraken (The Kraken) es un poema mitológico del escritor inglés Alfred Tennyson, publicado en la colección de poemas de 1830, Poems, Chiefly Lyrical.

¿Qué es un Kraken? Una espeluznante criatura marina de la mitología nórdica, similar a un pulpo pero de proporciones gigantescas. El vocablo Krake es escandinavo, y designa a algo anormal, retorcido, como los tentáculos descomunales de esta creación demoníaca. En alemán, Kraken designa al pulpo en todas sus variantes, incluso en su faceta mitológica. Es curioso que su nombre jamás sea mencionado en las sagas.

Se ha dicho que El Kraken pensado por Lord Tennyson influyó en la creación de aquella isla flotante y voraz creada por Julio Verne en sus Veinte mil leguas de viaje submarino. Sea cierto o no, hay que admitir que el poema de Tennyson logró introducir la figura gelatinosa del Kraken en el folklore y la literatura británica.

Pensando en influencias e inspiraciones se nos ocurre un ejercicio para los amantes de H.P. Lovecraft: leer El Kraken de Lord Tennyson sin ver detrás la figura multiforme de Cthulhu.


El Kraken.
The Kraken, Alfred Tennyson (1809-1892)

Bajo los truenos de las superficie,
en las grietas del mar abismal,
el Kraken duerme su antiguo sueño sin sueños.
Pálidos reflejos se agitan alrededor
de su oscura forma;
vastas esponjas de milenario crecimiento y altura
se inflan sobre él, y en lo profundo de la luz enfermiza,
pulpos innumerables y desmedidos baten
con brazos gigantescos
la verdosa inmovilidad,
desde secretas celdas y grutas maravillosas.
Yace ahí desde siglos, y yacerá,
cebándose dormido de inmensos gusanos marinos
hasta que el fuego del Juicio Final consuma la hondura.
Entonces, para ser visto una sola vez por hombres y por ángeles,
rugiendo surgirá y morirá en la superficie.


Lord Alfred Tennyson (1809-1892)

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Mitología nórdica

Hel es el nombre de la Reina de los nueve mundos infernales de los pueblos nórdicos. Éstos nueve mundos se encuentran en un territorio llamado Niflheim ("mundo-tierra nebulosa"), y su residencia se llama Helheim ("morada de Hel"). El camino que lleva hacia ella es largo y tortuoso. Su dirección es siempre hacia el norte y desciende permanentemente. El reino está rodeado por altas murallas y atravesado por un río llamado Slid, cuyas aguas son tan infectas que sus riberas se ven constantemente cubiertas de un vapor venenoso. Un horrible perro custodia la entrada principal , Garm ("devorador, que devora"). La imagen es ominosa, colosal, y al mismo tiempo carente de color. Al contrario de los infiernos imaginados por culturas mediterráneas, Helheim conmueve por su frialdad y su espanto, con castigos que, cómo ya veremos, nada tienen que envidiar a las visiones más oscuras de Dante o de San Juan.


De la Llegada de los Espíritus.
El ingreso a éste infierno es espantoso, ya que el espíritu es inmediatamente encadenado antes de morir con ciertas lazos que no pueden romperse. El alma es barrida por un viento helado que produce una indecible sensación de angustia. Es entonces cuando el réprobo tiene la primera visión de los horrores que le aguardan: Las Sirvientas han llegado para acompañarle.
Éstas tenebrosas damas son representadas como mujeres muertas, que suelen aparecer durante la noche para atormentar a los moribundos en su lecho, brindándoles una tenue imagen de los terrores que deberá soportar en la otra vida.
Al llegar a la entrada del Helheim, la Puerta Negra se alza majestuosa e inexpugnable; un tétrico crujir metálico aturde los oídos mientras la puerta se abre. Una figura siniestra le hace un gesto de bienvenida: es la propia Hel en persona quien lo recibe. En éste punto ya no hay vuelta atrás. La muerte está consumada, las plegarias son inútiles.

Helheim.
Hel recibe en su reino a todos los que mueren en la vejez o a causa de enfermedad, aunque en varios mitos algunos dioses y héroes también han sido ilustres residentes del Tenebroso Imperio.
Visto desde el interior todo en Helheim parece realidad a los ojos del espíritu, pero la verdad es que no hay materia sólida que forme los muros y cavernas, sólo hay sombras, y con ellas la Reina del infierno modela la realidad de los pobres condenados.
Según dicen algunos ilustres mitólogos, la parte más horrenda del Helheim se encuentra en lo profundo de un abismo, antro designado a los hechiceros o adeptos a las artes oscuras. Es allí, en la residencia más temible donde el nigromante contempla con horror el destino de su alma. Hel lo observa, lívida, espantosamente pálida. Sus fríos labios pronuncian los versos de los cuales el infame solía burlarse en vida, pero que ahora le resultan carentes de toda gracia:

"...y vuestro palacio se llamará Angustia;
la mesa, Hambre;
los sirvientes, Lentitud y Retraso,
el umbral; Precipicio;
la cama, Preocupación..."

La palabra inglesa "Hell" proviene del nombre de ésta Reina infernal, Hel; cuya raíz deriva del anglosajón Hélan o Helan ("cubrir, esconder"); incluso la palabra "matar" en lengua norsa se dice At Slaa ihel (i-Hel).

La Reina del Infierno.
Las leyendas sobre sus apariciones en la tierra de los vivos son imposibles de enumerar, tan sólo diré algunas de las tantas tradiciones que las mentes nórdicas urdieron sobre sus visitas.
Si un perro ladraba durante la noche en el umbral de una casa, se consideraba como señal inequívoca de que la muerte de uno o varios de sus habitantes era inevitable. Ésta leyenda todavía estaba vigente en los primeros años del siglo XX, y aún persiste en las comarcas rurales de Noruega, Suecia y Dinamarca.
Hel recorría los pueblos y ciudades trayendo muerte y desolación. En la saga de Olaf Geirstadaalg se habla de un buey que vaga de granja en granja sembrando la muerte con su aliento. En las tradiciones populares de Noruega se representa a Hel cómo una cabra de tres patas, o como un caballo de tres patas blancas. Verlo es signo seguro de muerte. Cuando alguien se recuperaba de una peligrosa enfermedad, se decía que había pagado a Hel una medida de avena, ya que ésta Reina tiene, al parecer, necesidades que satisfacer, y cuando vaga en forma de animal puede aceptar avena como compromiso.
Durante el pánico producido por la Peste Negra hacia mediados del siglo XIV, se solía ver a Hel con la figura de una vieja arrugada y desdentada, que recorría el país de parroquia en parroquia con un rastrillo o una escoba en la mano. En algunos pueblos usaba el rastrillo, y pocos se salvaban; en otras usaba la escoba, y todos morían.
Pero su aspecto más conocido, y acaso el de mayor arraigo en las culturas del norte, era el de una mujer cuya mitad derecha era hermosa y pálida como la aurora, contraste perfecto para la otra mitad: imágen terrible de la putrefacción, exhalando vapores nauseabundos, con la piel cubierta de un limo verdoso, y con una mirada sin ojo que penetraba el corazón del infortunado, cómo las heladas noches de aquellos parajes yermos.
Metáfora simple pero efectiva: la muerte se aparece bella para el portador de un alma virtuosa, e implacable y tenebrosa para el infame..